¿Cancelar resulta ineficaz? Recomendaciones de la Royal Society

Dante Avaro
5 min readAug 8, 2022
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El ámbito de las noticias falsas, y en alguna medida la dimensión de la posverdad, es amplio. Un recodo especial dentro de ese laberinto lo constituye el asunto de la desinformación científica, cuya prohibición o cancelación ha tenido, al menos mediáticamente, su punto álgido por estos días. Resulta que el cantautor Neil Young le dijo a la empresa Spotify: ―”O es Rogan o Young”. La postura del señor Young consiste en que Joseph James “Joe” Rogan y su podcast no es más que un cúmulo de desinformación y manipulación científica y que él no está dispuesto a participar en una plataforma que resulta díscola frente a tan decisivo asunto. Spotify frente a tal disyuntiva parece haber elegido a Rogan. La empresa seguramente ha tenido muchas razones para elegir a Rogan (al menos una conocida y poderosa que vale 100 millones de razones) y ponerse, a juicio de Young, del lado de la desinformación científica. La empresa sueca ha dicho que durante estos meses ha cancelado o dado de baja varios miles de episodios de podcast por razones de desinformación científica, aunque en este caso sólo se ha inclinado a mencionar que espera el retorno del señor Young a su plataforma en un futuro próximo.

Pocos días antes de la “iniciativa Young” se publicó un estudio que aborda, entre otras cosas, esta problemática. Me refiero a la investigación promovida por la Royal Society y publicada bajo el título: “The online information environment. Understanding how the internet shapes people’s engagement with scientific information” (18 de enero, 2022). El responsable del reporte es el profesor Frank Kelly, Catedrático de Matemáticas de Sistemas en el Laboratorio de Estadística de la Universidad de Cambridge.

El marco general del estudio es la desinformación y noticias falsas, con énfasis en el ecosistema científico. Sin embargo, el esfuerzo investigativo y de análisis se centra en lo acontecido durante estos últimos meses, especialmente sobre los temas de vacunas, cambio climático y red 5G. Así, utilizando datos de la encuesta de julio de 2021 de you.gov el equipo de investigación analiza la siguiente pregunta: ¿la des-información científica genera efectos negativos en las personas y en la sociedad?

El reporte propone 11 recomendaciones para el gobierno y hacedores de políticas. Todas son interesantes, sin embargo, la segunda recomendación resulta especialmente atractiva. Se podría sintetizar así: prohibir, cancelar o eliminar no resulta una política eficaz para combatir la la desinformación científica. Dos argumentos sostienen esta recomendación.

El primer argumento consiste en advertir que prohibir o eliminar la desinformación podría provocar efectos negativos no deseados. Una eventual política de cancelación por parte del gobierno y de las empresas de redes sociales podría generar nuevos espacios virtuales creados ex profeso para hacer circular “desinformación”. En este sentido el efecto no deseado provocaría una suerte de territorio hostil para la verificación independiente, aumentando, por consiguiente, la desconfianza hacia la autoridad (gubernamental y científica).

Un segundo argumento está relacionado con la evidencia disponible. Algunos ejemplos sirven para ilustrar este asunto. Mientras que el 83% de los encuestados considera que la información errónea sobre el cambio climático resulta negativa, sólo el 5% no cree que los humanos no son responsables del cambio climático (p. 31). En la misma línea sólo el 5% de las personas encuestas no cree en la seguridad de las vacunas Covid-19 (p. 31). Por otra parte, si bien el 67% de los encuestados por la Royal Society / YouGov considera que la información errónea sobre la tecnología 5G genera efectos negativos en las personas y la sociedad, sólo el 15% de los encuestados cree que la tecnología 5G es al menos bastante dañina para la salud (Fig. 6). Frente a una información sospechosa al menos el 68% de los encuestados cree que cualquier afirmación científica es verificable (Fig. 7). En la misma línea el 76% de los encuestados afirma que al menos está bastante seguro de discutir una evidencia que parece falsa (Fig 8).

Resumiendo, en general, no parece haber suficiente evidencia para cancelar la desinformación en nombre de un bien mayor. Por el contrario, un 61% de los encuestados afirma que Internet ha ayudado mucho a comprender mejor los resultados de la ciencia (nota pp. 114 y Fig. 1). En base a esos datos es que el reporte de la Royal Society recomienda como poco eficaz y, en cierta medida, dañina una política de prohibición o cancelación.

Antes de concluir se impone un comentario adicional. Si bien definir la “desinformación científica” como la circulación de noticias falsas, manipuladas, distorsionadas, sesgadas, o asuntos por el estilo, con respecto a la “información científica” es un excelente punto de partida, se paga el precio de dejar fuera del radar analítico algunos elementos importantes para nuestras sociedades actuales. Resulta innegable que la categoría “desinformación científica” representa todo un reto conceptual y su definición empírica aún más. En este sentido no resulta imprudente definir la “desinformación científica” al menos desde tres líneas de base: a) contrastándola con el “consenso científico” sobre el tópico o asunto en cuestión, b) por los principales focos de “desacuerdos epistémicos” que suscite un problema o, por último, c) tomando en cuenta la omisión o falta de transparencia de cómo se procesan esos desacuerdos epistémicos. Ilustro con un ejemplo hipotético. Si en vez de analizar la “desinformación científica” entorno a la red 5G quisiéramos indagar el tópico “desarrollo y libre comercio” o “pobreza y aranceles de importación en economías emergentes” quizá no podamos escapar del ríspido e innegable asunto de la relación entre episteme y doxa en el debate y la conversación pública. Para tomar en cuenta este asunto no hace falta adherir a la tesis del “poder modal” propuesta por Steve Fuller (Post-Truth: Knowledge as a Power Game, 2018), sólo basta partir de la idea de que en las democracias se requiere un equilibrio entre las verdades de la ciencia y aquello que consideramos valioso por la experiencia. La democracia se recuesta sobre un equilibrio entre episteme y doxa, por tanto, cancelar o prohibir no parece ser la solución frente a alteraciones de ese frágil equilibrio. Si a la persona lectora le parece algo extravagante el ejemplo del “desarrollo vs. libre comercio” la invito a que tome en cuenta que ese tópico es justamente una fuente de desacuerdo epistémico entre los economistas profesionales (entre otros ver el trabajo de Frey, Pommerehne, Schneider y Gilbert intitulado “Consensus and dissension among economists: an empirical inquiry” publicado en 1984 en la American Economic Review).

Finalmente, si bien la afirmación sobre el equilibrio frágil entre episteme y doxa puede parecer una provocación innecesaria, conviene recordar que la vida democrática está plagada de esas provocaciones. Anoto una reciente. El Gobierno Federal mexicano ha anunciado que impulsa un proyecto de libros educativo (los famosos libros de la Secretaria de Educación Pública) en donde se prohibirán las palabras “neoliberales”. En medio de este tipo de contexto políticos el trabajo de la Royal Society aparece como indispensable.

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Dante Avaro

I studied economics and philosophy. I am a researcher at the National Council of Scientific and Technical Research of the Argentine. Website www.danteavaro.com